09 diciembre 2010

Wikileaks: No todo es caviar en la vida de un diplomático


La vida de un diplomático no se limita al caviar, los cócteles y seguir las intrucciones de otros. Implica asimismo un pescado gomoso en Bruselas, un restaurante giratorio capaz de marear a los comensales en Kazajistán y una boda musulmana de tres días con cantidades generosas de alcohol, mujeres danzando y calderas con vacas enteras hirviendo.

También incluye el terror de recibir una llamada en la que se comunica falsamente que su pareja murió en un accidente.

Los cables secretos distribuidos por WikiLeaks ofrecen una mirada al resguardado mundo diplomático en el que los enviados no son para nada acartonados. Por el contrario, son dados a relatar anécdotas, a la aventura y a operaciones bajo la mesa. Algunos incluso podrían ser espías.

Los diplomáticos parecen tener un poco de la inteligencia de James Bond, la fuerza de John Adams como embajador en la Corte de St. James, Reino Unido, y ocurrencias al estilo de Austin Powers.

En su conjunto, los documentos filtrados sugieren que la ex Unión Soviética es donde está la fiesta, gracias a la combinación de riqueza petrolera, corrupción, un servicio secreto que mete miedo, oligarcas y una tendencia al hedonismo.

En ese contexto, los funcionarios de las embajadas de Estados Unidos (mencionados como emboff, en los cables) son como moscas en una pared, observando y escuchando todo discretamente.

Siguieron al primer ministro kazajo mientras bailaba con soltura en un club nocturno ("Emboff circulaba cerca del grupo de Masimov"). Reportaron tener "los ojos puestos" en un ministro de defensa que disfrutaba "tomar hasta el estupor". Pasearon no sólo por palacios y viviendas de aquellos en el gobierno sino también por las mansiones ocultas de las elites políticas que realmente mueven las cuerdas.

Un cable firmado por el entonces embajador en Rusia William J. Burns relata una lujosa boda de agosto del 2006 en la casa de verano del jefe de la petrolera de Daguestán en la región del norte caucásico ruso, un complejo en el que el piso de un gruta es el techo de un acuario gigantesco.

En las nupcias de su hijo, Gadzhi Makhachev fue anfitrión de unas festividades estrambóticas que contaron con la presencia de figuras como el líder checheno pro-Kremlin Ramzan Kadyrov, quien acudió con un pequeño ejército, bailó "torpemente" con una arma recubierta en oro encajada "en la parte de atrás de sus jeans" y le lanzó billetes de $100 a los niños.

En la misma boda, los diplomáticos insultaron sin querer a un coronel de los servicios de seguridad que estaba borracho, cuando le impidieron agregar coñac a su vino, a pesar de que aseguraba que "es prácticamente la misma cosa".

Los documentos revelan también que la comida es una parte clave de la diplomacia. En Daguestán, esto implicó que diplomáticos observaron cómo se servía en la mesa pedazos de animales muertos hervidos.

Asimismo, el embajador en Kazajistán, Richard E. Hoagland, debió reunirse con su homólogo chino para cenar en un extravagante hotel en Astana. Los ojos y oídos de Estados Unidos en ese encuentro de junio del 2009 tomaron nota de la arquitectura, el menú y muchos otros detalles. Su estómago, sin embargo, estuvo un poco revuelto ese día.

"La entrada de mármol es impresionante", dijo el cable firmado por Hoagland. "Eramos los únicos comensales en el restaurante, aunque se desplegó un bufé intacto. El restaurante giratorio ofrece una vista espectacular de Astana... pero pareciese que gira a distintas velocidades y algunas veces puede ser muy rápido para un estómago lleno con unas cuantas copas de vino".

La vida de un diplomático también tiene riesgos.

Más de 200 delegados estadounidenses han muerto en sus labores, empezando por William Palfrey, quien desapareció en el mar en 1780. Los diplomáticos han sucumbido a enfermedades y desastres naturales, otros han sido asesinados o perdieron la vida intentando salvar a otros.

Desempeñarse como representante de un país en el extranjero implica cuidarse las espaldas en todo momento.

En un cable de noviembre del 2009 firmado por John Beyrle, actual embajador en Rusia, se describe el panorama previo a una visita del director del FBI Robert Mueller. La situación que se presenta es de creciente acoso de diplomáticos estadounidenses por parte de elementos del Servicio Federal de Seguridad (SFS).

"Familiares han sido víctimas de afirmaciones psicológicamente aterradoras según las cuales sus esposos, empleados del gobierno, han muerto en accidentes", reportó la embajada. "Las intromisiones en las casas se han vuelto mucho más comunes y osadas, y la actividad en contra de nuestro personal local en Rusia continúa con una frecuencia récord".

"No dudamos de que esta actividad sale del SFS. Los desafíos de contrainteligencia siguen siendo algo característico del servicio en la Embajada de Moscú".

No hay comentarios:

Publicar un comentario