Aprendieron a leer solos con las aplicaciones y 'hackearon' el dispositivo en pocas semanas.
El experimento forma parte del programa "One Laptop Per Child" de Nicholas Negroponte.
En el mundo hay unos 100 millones de niños en edad escolar que no pueden ir al colegio ni acceder una educación básica. La idea del programa "One Laptop per Child" (Un portátil por niño), creado por Laboratorio Multimedia del Instituto Tecnológico de Massachusetts, es fabricar un portátil de bajo coste (100 dólares) que facilite el acceso a la educación de estos niños. El último experimento de la iniciativa ha sido distribuir tabletas entre los niños de dos remotas aldeas de Etiopía y observar qué sucede.
Los dispositivos tenían una serie de aplicaciones cargadas previamente con un objetivo: comprobar si niños que nunca antes han tenido contacto con la lectura o la escritura son capaces de aprender a leer por su cuenta. Las aplicaciones consistían en películas, juegos y programas de entrenamiento interactivo sobre el alfabeto.
El resultado, según ha explicado el director del laboratorio Multimedia del MIT Nicholas Negroponte, son sorprendentes: los niños no solo han aprendido el alfabeto y son capaces de deletrear palabras, sino que han "hackeado" el aparato para hacerlo funcionar a su gusto.
Los dispositivos, varias tabletas Motorola Xoom provistas de un sistema de carga por energía solar, fueron entregados en cajas sin instrucciones en la aldea de Wonchi, a 70 kilómetros de Adis Abeba , y en la de Wolonchete, en el valle del Rift. Los niños, que no habían tenido contacto previo con materiales impresos o incluso señales de carretera, han utilizado las tabletas durante semanas.
"Pensé que los niños jugarían con las cajas", asegura Negroponte. "A los cinco minutos, un niño no solo abrió la caja sino que encontró el botón de encendido. Al cabo de cinco días, estaban usando una media de 47 aplicaciones por niño. A las dos semanas, estaban cantando el abecedario en la aldea y a los cinco meses habían ‘hackeado’ el dispositivo Android". "Algún idiota de nuestra organización", explica Negroponte, "había deshabilitado la cámara y ellos encontraron la manera de hacerla funcionar y ‘hackearon’ Android".
Para comprobar cómo evolucionaba la relación de los niños con las tabletas, los técnicos pasaban una vez a la semana por cada aldea para revisar el material y extraer las tarjetas de memoria. Con el paso de los meses las manejan sin ningún problema. "Los niños han personalizado completamente el escritorio", asegura Ed McNierney, jefe técnico del proyecto, " de modo que la tableta de cada uno tiene un aspecto diferente. Habíamos instalado software para prevenir eso", confiesa, "y la manera en que trabajaron con ello es claramente el tipo de creatividad y de descubrimiento que creemos que es esencial para aprender".
A pesar de los prometedores resultados, Negroponte se ha mostrado prudente respecto a las conclusiones del experimento y las posibilidades de estos dispositivos para ayudar a alfabetizar a estas aldeas. "Si es patrocinado", asegura, "necesitaría continuar por otro año y medio o dos para tener una conclusión que la comunidad científica acepte. Tendríamos que empezar con otra aldea y empezar de cero".
Desde que comenzara su andadura, el programa ha repartido alrededor de 3 millones de portátiles en 40 países. Los ordenadores se han repartido en colegios de Perú, Gaza, India o Kenia con buenos resultados, pero quedan muchos aspectos por limar. "¿Qué podemos hacer por estos 100 millones de niños de todo el mundo que no van a la escuela?", se pregunta McNierney. "¿Podemos darles una herramienta para leer y aprender sin tener que darles colegios, profesores y libros de texto?".
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