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01 noviembre 2009
Fringe, teorias conspirativas y gripe A
Fringe es una serie de televisión de ciencia ficción descrita como un cruce entre Los Expedientes X y La Dimensión Desconocida. Fringe sigue los pasos de la agente especial del FBI Olivia Dunham, el científico Walter Bishop y su hijo Peter, mientras ellos investigan casos que tratan sobre la Ciencia Fringe. Alrededor del mundo, una serie de aparentes experimentos llamados colectivamente como "El patrón" están ocurriendo por causas desconocidas. Olivia, Peter, y Walter están a cargo de investigar estos extraños sucesos para determinar su origen. Conectado a "El patrón" está una compañía llamada Massive Dynamic, la cual es una empresa líder mundial de investigación que ostenta las patentes de un gran número de nuevas e importantes tecnologías (los martes en la noche por Warner Channel)...
El hombre nunca pisó la Luna, Hitler agrupaba judíos en Auschwitz para enviarlos de viaje al África tropical, Elvis no murió en Memphis sino que se ocultó en Brasil, pero McCartney sí había fallecido cuando su doble compuso Let it be. Las teorías de la conspiración no son un fenómeno nuevo y algunas, por disparatadas, divierten más que inquietan. Parecía un error entrar a rebatirlas. En los años noventa un virólogo alemán afirmaba que el sida era un invento y lucía como principal argumento que ningún gran científico había aceptado debatir con él. Por supuesto que no: del diálogo entre el experto solvente y el charlatán saldría, seguramente, más ruido que luz.
Algunas teorías conspirativas triunfan porque encajan muy bien con ideas preconcebidas. Cuestionar el origen del sida convenía a algún gobernante africano incapaz de frenar la epidemia. Presentar el cambio climático como un mito fue una idea aplaudida (y financiada) por las empresas sucias, petroleras a la cabeza. Negar el Holocausto funciona bien a los teócratas de Teheran.
¿Y la gripe A?
Lo tiene todo: una irrupción misteriosa, hoteles aislados y militarizados, mascarillas y trajes de astronauta, una campaña de vacunación masiva y, tenía que haber villanos, una OMS a modo de ensayo de gobierno mundial y un negocio millonario para la antipática industria farmacéutica. Faltaba un portavoz. Apareció Teresa Forcades monja y médica, buena comunicadora, que arrasa en YouTube mezclando datos ciertos, medias verdades, enigmas que no lo son y leyendas urbanas. Un discurso atractivo, seductor. Pero peligroso, similar al que en EE UU ha llevado a miles de familias, en su resistencia a los malvados laboratorios, a impedir que se vacune a sus niños de nada. Y, por tanto, a jugar con su esperanza de vida.
Los conspiracionistas de la gripe A, como los del cambio climático, son osados al desafiar un consenso científico apabullante. ¿Nos engañan conscientemente los principales investigadores del mundo, las universidades, las autoridades, el sistema sanitario en bloque? Ciertas teorías implican centenares o miles de eslabones humanos implicados en el oscuro complot, celosos guardianes de un terrible secreto. Alguno se sentirá bien pensando que han engañado a todos menos a él. Pero, como en el chiste, si todos los coches circulan en sentido contrario debe ocurrir que el que marcha al revés es el propio.
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