Por Andy Stalman
Hace pocos días viajé a Buenos Aires. Viajar a Buenos Aires es siempre excitante, es una ciudad que, por su gente, nunca te deja indiferente. Buenos Aires te sacude porque es caótica, vibrante, intensa y extensa. Un mediodía en uno de los tantos asados a los que fui invitado compartíamos una larga mesa con amigos de distintas ciudades que por el calendario coincidiamos en el mismo lugar. Entre mollejas, tira de asado y buen vino tinto, los amigos de Buenos Aires nos preguntaban a los que viviamos fuera si nos gustaba, si sufríamos, si era motivante, duro, raro, si queríamos volver…
En eso llegó la tía Anahi, que ya ronda los 60 años y que, durante mucho tiempo, por su carrera diplomatica, vivió en varios países. Alguno le hizo la misma pregunta en retrospectiva y la tía Anahi, de mirada intensa, manos delicadas y hablar potente y sereno le respondió: “Mucha gente me preguntaba sino me molestaba estar sola fuera de Argentina. Y yo les contestaba que no que, al contrario, era fascinante. Que cada nueva persona que conocía era como encontrar un best seller. Una nueva historia detrás de cada persona”.
Un par de días más tarde me llamaban para comentarme la posibilidad de escribir un artículo sobre la importancia de contar una buena historia para las marcas. Me acordé de la tía Anahí, dije que sí y me encontré de repente contándolo.
Desde tiempo inmemorial el storytelling o el acto de contar historias es una necesidad humana. El hombre mantiene viva la historia gracias a los relatos, a la comunicación, a la expresión, a la transmisión de las mismas.